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¿Dónde se utiliza la fragancia?

Des­de la ducha por la maña­na has­ta la ropa recién lava­da por la noche, los pro­duc­tos per­fu­ma­dos afec­tan a casi todos los momen­tos de la vida coti­dia­na, deter­mi­nan cómo nos sen­ti­mos, cómo hue­len nues­tros hoga­res y cómo las mar­cas comu­ni­can su iden­ti­dad a los con­su­mi­do­res de todo el mundo.

Encuentros cotidianos

La pri­me­ra fra­gan­cia que nos lle­ga es la de los pro­duc­tos de cui­da­do per­so­nal. Un cham­pú o un des­odo­ran­te que hue­la a fres­co pue­de aumen­tar la con­fian­za y ayu­dar a esta­ble­cer un tono posi­ti­vo para el día. En el cui­da­do de la piel y la cos­mé­ti­ca, los aro­mas deli­ca­dos enmas­ca­ran los olo­res de las mate­rias pri­mas y aña­den un momen­to de indul­gen­cia a las ruti­nas funcionales.

En el hogar, los sprays de lim­pie­za, los acon­di­cio­na­do­res de teji­dos y los pro­duc­tos para el cui­da­do del aire se basan en la fra­gan­cia para indi­car lim­pie­za, eli­mi­nar olo­res no desea­dos y crear el ambien­te desea­do: cáli­do y aco­ge­dor, lumi­no­so y enér­gi­co, o tran­qui­lo y rela­jan­te. Como estos pro­duc­tos viven en los teji­dos y las super­fi­cies, sus fra­gan­cias están dise­ña­das para des­ple­gar­se gra­dual­men­te a medi­da que nos move­mos por una habi­ta­ción o nos pone­mos la ropa.

Las fra­gan­cias finas ‑agua de colo­nia, par­fum, bru­ma cor­po­ral- per­mi­ten expre­sar la per­so­na­li­dad, la cul­tu­ra y la memo­ria. Los per­fu­mis­tas dan for­ma a estas com­ple­jas com­po­si­cio­nes en acor­des de cabe­za”, cora­zón” y fon­do” para que el usua­rio dis­fru­te de una his­to­ria sen­so­rial cam­bian­te a lo lar­go de las horas.

Más allá del hogar, los aro­mas cui­da­do­sa­men­te dosi­fi­ca­dos real­zan los espa­cios com­par­ti­dos. Los hote­les crean fra­gan­cias exclu­si­vas para refor­zar la iden­ti­dad de la mar­ca; los comer­cios uti­li­zan zonas aro­má­ti­cas para invi­tar a la explo­ra­ción; los cen­tros sani­ta­rios eli­gen notas sua­ves que sua­vi­zan el ambien­te clí­ni­co. La mis­ma cien­cia que garan­ti­za la segu­ri­dad de su deter­gen­te guía los sis­te­mas de difu­sión que fun­cio­nan silen­cio­sa­men­te en estos entor­nos públicos.

Los olores tienen la capacidad de alterar nuestras emociones y estados de ánimo más que ninguna otra experiencia sensorial.”

Dra. Rachel Herz, neu­ro­cien­tí­fi­ca cog­ni­ti­va y auto­ra de El aro­ma del deseo (Har­per­Co­llins, 2008)